Vi por debajo de mi barbilla, respiré también y en paralelo de la luz de dos farolas encendidas que oscurecían la mitad del cielo, a la mitad de las pocas partes de las sombras de la calle que a mis ojos le decían…
¡Mira hacia arriba!
Quedan las voces y la calma de tu pulso, regalándole el agua a la última planta que quedaba, que te regalaron, después de escuchar la voz en el pasillo que al preguntar respondió…”Un hada”.
Al otro lado, quién sabe. Nubes buscando el las montañas, las almohadas, cogiendo con las manos imaginarias la arena de la tierra de una estrella lejana que está a punto de nacer.
Árboles quietos que preguntan. Pintura endurecida en la pared soñando conmigo dentro de sus sombras, formas en dibujos que casi nadie ve.
Si salto, vuelo con ellas,
con las palabras. Quedaría suspendido…
en el aire. Esperaría a ser respirado. Y el vuelo imaginado sería el beso de otra ave que aparece de la nada, y que me hace respirar.