A medida que transcurren los años se van desvelando muchas verdades que ahora vemos que tan solo eran falsas creencias, que nos anclaban a conceptos errados, que si bien es cierto, que en algún momento tuvieron sentido y significado, al pasar el tiempo, se están derribando.
Uno de estos mitos es el de la tan anhelada «felicidad«, de la que erróneamente tenemos la percepción, que además de estar lejana y distante, está fuera de nuestro alcance.
Lo ideal, es volver a la simplicidad y ser feliz de forma natural, se trata de relajarse olvidando la ansiedad, y aceptar que la felicidad, más que algo que buscar, es algo para encontrar, es entender que a todos nos va a llegar y que no hay grandes luchas o batallas por librar.
Al ser idealizada, está rodeada por un halo de misterio, junto con una serie de paradigmas llenos de expectativas, reforzadas por la cultura y la creencia popular.
Sin embargo, surge la pregunta obligada a precisar. ¿Qué nos hace sentir felices de verdad? Es verse en el espejo, y encarar la realidad, esa que tendrá tantos rostros como seres la humanidad, y es ahí cuando entendemos, que la felicidad es algo muy personal. Es inherente a cada ser y a nuestra capacidad de sentir y merecer. Es encontrar las respuestas al por qué y el para qué, recordando que no se trata de algo, que tengamos que ganar o que vencer.
Por ser un tema de reflexión y búsqueda incesante, la felicidad también se ha convertido en objeto de estudio en diversas organizaciones, institutos y universidades, ya que resulta indispensable para disfrutar de un crecimiento y envejecimiento saludable.
En este sentido, es importante mencionar el Informe Mundial de la Felicidad de la Organización de las Naciones Unidas, (ONU), que desde el 2012, se publica anualmente, con la finalidad de identificar las edades y lugares del planeta, en los que las personas se sienten felices.
Además, se han realizado otras investigaciones relacionadas con el tema, en algunas universidades del Reino Unido, como la de Warwick y la de Londres, la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia, la de Denver, en Colorado, y más recientemente en el Dartmouth College, de Estados Unidos.
Es relevante destacar, que aunque se trate de un tema que parece abstracto y subjetivo, para la realización de estos estudios, se han utilizado diversos parámetros cuantificables que permiten medir el bienestar y grado de satisfacción, en diferentes segmentos de la población, tales como: el producto interno bruto, (PIB), la esperanza de vida saludable, gestión de los gobiernos, tecnología de la información, libertad de expresión, nivel de ingresos y educación.
Aun cuando estas investigaciones fueron desarrolladas en distintos países, fechas, edades, y contextos culturales, sorpresivamente, obtuvieron resultados similares, derribando algunos mitos, tal como se evidencia a continuación:
En relación, con esta última conclusión, se observó que al medir la felicidad en función a la edad, los resultados obtenidos, presentaron un denominador común, con un patrón que se repite por igual, y que al momento de graficarlo, muestra una línea curva con forma similar a la letra U, a la que llamaron «la curva de la edad de la felicidad«.
Esta llamada «curva de la felicidad», alcanza su máximo nivel en la juventud, alrededor de los 23 años de edad, cuando consideramos que la vida es más fácil, y percibimos el futuro como una promesa llena de oportunidades y posibilidades, sintiéndonos felices.
Luego, al aproximarnos a la llamada mediana edad, que se corresponde con el período comprendido entre los 40 y los50 años, considerada también la edad de máxima productividad, (cuando por lo general aumentan las cargas y responsabilidades), se observa que esta curva toca fondo, al sentirnos menos identificados con la felicidad. Por lo general, en esta etapa de la vida, es cuando se presenta la llamada crisis de la mediana edad.
Mientras avanzamos en el tiempo, se hace evidente un sostenido crecimiento en la curva de la felicidad, que vuelve a remontar cuando nos acercarnos a la llamada tercera edad, para seguir creciendo a medida que vamos envejeciendo.
Por este motivo, resulta un gran descubrimiento saber, que somos viejos felices, y lo percibimos así, tanto por lo que hemos logrado como por lo que hemos dejado. Ahora, tenemos el tiempo que siempre nos ha faltado, con menos responsabilidades estamos más tranquilos y relajados.
Este fenómeno, tiene una explicación lógica desde la perspectiva psicológica, debido a que mientras envejecemos, disminuyen nuestras expectativas, aumentando nuestra aceptación y resiliencia, además de desarrollar mayor tolerancia y resistencia al dolor y a la frustración. Se trata de la sabiduría que nos dan los años.
Adicionalmente, estas investigaciones, han arrojado otras conclusiones, que es importante mencionar:
En este sentido, cobra vigencia científica, la famosa frase de John Lennon, «la vida es aquello que va sucediendo, mientras estás ocupado haciendo otros planes».
Sin pretender extrapolar los resultados de estas investigaciones, y debido a que los momentos y circunstancias actuales, son propicios para meditar y reflexionar, en relación con nuestra percepción de la vida y de la felicidad, se nos presenta la gran oportunidad de evaluar y precisar qué nos hace sentir felices en realidad.
¿Y a ti que te hace feliz?
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Nancy América Pérez Barreiro.
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