En un principio creía que iba a ir dirigido para los estudiantes de medicina, para que pudieran incluir en su maletín de urgencias el amor, que es fundamental. Pero después, cuando me puse a escribirlo, me he dado cuenta que está dirigido a los pacientes, a todos porque en algún momento de nuestra vida somos todos pacientes, para los cuidadores de esos pacientes, incluso para personas sanas que no están cuidando ningún enfermo, que quieren ellas mismas despertar en su interior el hecho de sentirse más felices y mejores.
Sin amor es imposible sentirse bien. El amor sana porque, como diría Luis Eduardo Aute, de tanto escuchar, de tanto repetir esta palabra, la hemos un poco malgastado. Y cuando yo hablo de amor en el libro, no me refiero al amor de pareja, que también, porque no hay más que ver cómo embellece y lo bien que se siente uno cuando está enamorado. Pero no me refiero a ese amor solamente, me refiero al AMOR con mayúsculas, al amor como la vibración más alta que cualquier ser humano puede tener. Y ese amor no hay duda de que cura, y lo hace en el sentido físico, en el mental, el emocional, en todos los sentidos.
Claro, es que lo que yo venía practicando de forma intuitiva resulta que tiene base científica, que hace años no habíamos oído hablar de sustancias que ahora están perfectamente medidas, que están perfectamente clasificadas, catalogadas y que están perfectamente estudiadas e integradas. Pero entonces, cuando yo empecé a utilizarlas en la consulta, no estaban. Y lo más bonito de todo es que lo que uno comenzó a practicar hace años, un poco así digamos entre comillas, sin fundamento científico, ahora está perfectamente fundamentado y me encanta comprobar que es cierto.
“Se nos olvida que estamos de paso, centramos la atención en el tener, y se nos olvida el ser y la esencia del amor”
Las claves, las “recetas” que yo les doy a mis pacientes, las he probado en mí. Cuando son necesarios otro tipo de tratamientos, no tengo ningún inconveniente en poner cualquier fármaco. Pero de lo que estamos hablando, tiene la ventaja de que yo sí las he podido probar en mí como paciente. He sentido qué puede llegar a hacernos sentir mejor. Me da lo mismo que sea el abrazo de un ser querido, el contemplar un amanecer, el respirar profundo y mandarnos a nosotros mismos el mensaje de que todo va a ir bien. Cualquier cosa que nos haga sentir un poco major, cualquier cosa que nos ayude a disminuir un poco el miedo, que parece que porque nacemos solo con dos pequeños miedos, el resto que aparecen en la vida los vamos poniendo como capas de cebolla. Cualquier cosa que nos ayude a saber digerir un poco major la incertidumbre a la que la vida cotidiana nos somete. Cualquier cosa que nos ayude a manejar un poco el estrés, que parece que vivimos en una sociedad en la que si no corremos de un lado a otro no estamos integrados.
El sentimiento que más cura, por encima de todos, es el amor. Pero el amor parece que aumenta cuando conectamos con la confianza, con la gratitud, con el entusiasmo, con la aceptación. Todos van de la mano. No somos conscientes del daño que hacemos, cuando, por ejemplo, te levantas en plan víctima, con la queja, preguntándote repetidamente por qué a mí. Si nos quejamos de un dolor, no parará de dolor, automáticamente estamos aumentando ese dolor. Porque el dolor físico y el emocional activan las mismas partes del cerebro, con lo cual, con pequeños gestos, como una sonrisa, como un te quiero, un te extraño, un estoy aquí, cualquier pequeña frase que nos digan los demás o que nos digamos a nosotros mismos, nos ayudará. Las células están escuchando todos mis pensamientos. Si fuéramos conscientes del poder que tenemos de transformar nuestra propia realidad, de transformar nuestra propia anatomía solo con nuestros pensamientos, seríamos tan cuidadosos que los médicos nos tendríamos que ir al paro. No haría falta que estuvieran los medicos (ríe).
La muerte es un tabú en nuestra cultura. Si nosotros todos los días nos recordáramos que la vida es breve, que estamos aquí de paso y que una vez que hemos nacido lo único seguro que tenemos, es que en algún momento de esa vida va a llegar nuestro final. Si fuéramos conscientes de eso, estaríamos bailando desde el principio hasta el final del día, porque tomaríamos la vida como un regalo. De hecho, es un gran regalo. Se nos olvida que estamos de paso y por eso centramos la atención en el tener, en el conseguir, en los títulos, en las posesiones, en a ver si me compro el coche un poco más grande que mi vecino, y se nos olvida el ser y la esencia es amor.
«Sin abrazos es muy difícil vivir, es muy difícil sanar»
Eso dicen los expertos. Yo no soy científica, yo soy médico de urgencia, simplemente. Pero sí que es verdad que no sé cuántos abrazos al día se necesitan. Solo sé que sin abrazos es muy difícil vivir, es muy difícil sanar y por experiencia sé que, en una jornada dura de gran presión asistencial, cuando doy un abrazo, quien más se nutre de ese abrazo soy yo misma. El paciente mejora, pero en ese momento a mí también me pega un chute de oxitocina y se me olvida, el cansancio, absolutamente todo. Doy fe de que los abrazos son curativos, tanto para quien los da como para quien los recibe. A mí me llaman la doctora “abrazo” y me gusta.
Claro que sí. Porque es una vitamina tan fantástica como el resto de vitaminas, y tan necesaria. Cambia tanto todo cuando nos asomamos a la vida desde el amor, desde la confianza y por supuesto desde el cariño. Hemos dicho que el dolor emocional multiplica el físico. Pues a mí si se me rompe el fémur, por favor, ponedme en un ambiente donde me cuiden, donde me muestren mucha vitamina cariño. Porque además, una persona que tiene dolor físico, que está pasando una patología, necesito doble dosis de cariño, porque ya de por sí sus células están maltrechas. Ahí es fundamental doble dosis de cariño.
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