“No llores, bonita”, “a ver si te entiendo”, “¿quieres este juguete?”, hasta llegar finalmente a “no sé lo que le pasa, no comprendo por qué llora”, son frases que habremos oído y pronunciado más de una vez, ejercitando nuestra empatía, paciencia y amor infinito hacia ese ser entrañable que demanda no sabemos bien el qué.
Quizá no somos conscientes de que los bebés necesitan comunicarse para sobrevivir; “nacemos con la cuarta parte del cerebro adulto, por lo que requerimos otros nueve meses para iniciar nuestro desarrollo como personas”, dice Miriam Escacena, experta en pedagogía Infantil y autora de Comunicación con bebés, mis manitas hablan, que ya va por su sexta edición.
No en vano, hasta el segundo año de vida, cuando se produce la “explosión del lenguaje”, los lactantes se valen de sus propios recursos; por ejemplo, a los seis meses son capaces de señalar lo que desean, o también expresar que tienen sueño. Más, cuando sienten que no pueden comunicarse y se frustran, llega el llanto.
Sin embargo, si somos capaces de comprenderlos, de anticiparnos a su disgusto y llantina, la comunicación fluirá y todos estaremos más felices. “Baby Signing es una técnica basada en el lenguaje de signos, específica para la comunicación temprana”, dice Escacena.
“Gracias a la comunicación gestual los bebés pueden expresarnos sus necesidades mucho antes de desarrollar el habla”, dice esta experta, fundadora de la web Tu Guía Montessori; “Sirve para todos y en todas las culturas, por ejemplo, enseñamos a los peques a decir adiós con la manita o a tirar besos”.
Unos días atrás, mientras almorzaba en un restaurante del extrarradio de Madrid, llamó mi atención una preciosa niña de apenas un año. Sentada en una trona, pedía probar lo que sus padres degustaban, señalándolo con su dedo índice, al tiempo que adelantaba su cuerpo, para enfatizar su petición.
Marina fruncía un poco el ceño hasta que alguno de los padres entendía su demanda. Una aceituna, un trocito de pan y, finalmente, su propia comida.
Entre bocado y bocado, la niña se volvía y saludaba a todo el aforo de la sala, con una simpatía y sociabilidad entrañables.
Lo que hacía Marina, de un modo encantador, era comunicarse pues en ello le va, nos va a todos a esa edad, la vida, nuestra supervivencia. En ese momento recordé la clase magistral impartida por Miriam Escacena el día anterior, donde afirmaba que a los bebés podemos enseñarles gestos para que expresen sus deseos.
“Algunos bebés que nacen en familias de padres sordos son capaces de entender y expresar 75 signos con tan sólo nueve meses de vida”, dice Miriam Escacena; “A partir de esa edad es cuando aparecen las primeras palabras intencionales en los bebés oyentes”.
Dice esta pedagoga que los signos son un Sistema Aumentativo y Alternativo de la Comunicación (SAAC); “Al hacerlos, se ha de repetir la palabra, con lo que este sistema se convierte en un puente de comunicación hasta desarrollar el lenguaje”.
La edad idónea para iniciar la técnica de Baby Signing con los bebés es entre los seis y los dieciocho meses de vida, ya que “pueden mantenerse sentados, lo que les permite tanto señalar el objeto deseado como cogerlo con sus manos, además de que es cuando están interesados en comunicarse”, dice Escacena.
La responsable de Tu guía Montessori indica cómo empezar con la comunicación temprana:
¿Cuáles son las ventajas del sistema Baby Signing? Esta experta enumera las siguientes:
Para quienes habéis llegado hasta aquí, os cuento algo más acerca de mi experiencia con Marina. Al terminar de comer, me acerqué a su mesa y me dirigí directamente a ella, diciéndole lo bonita y encantadora que era.
Tras mirar a los padres, pidiendo de alguna forma su permiso, le acaricié los mofletes con ambas manos, mientras le decía, en tono suave pero firme G-U-A-P-A.
Marina reaccionó de forma empática, pero también comprendiendo, conectando con lo que era una toma de contacto con un gesto que entendía. Así que intenté otro signo más (en este caso, de Baby Signing) que expresa “te quiero”, aunque en inglés. Lo explico.
I love you se expresa, en signos, como si fuera un acrónimo mediante las iniciales. El dedo meñique hace las veces de “I” (yo, en castellano); el dedo índice y el pulgar forman un ángulo recto a modo de “L” (de love, amar en castellano). Además, tanto el índice como el meñique hacen las veces de “U” (letra que expresa “you”, tú en castellano).
Si doblamos los dedos anular y corazón hacia la palma, los otros tres describen ese “I love you”, que podemos decir en inglés o también en español: “Te quiero”.
Se lo expresé así a Marina, mientras le decía te quiero con una amplia sonrisa y ¿sabes qué pasó? Al ser tan empática, me devolvió la sonrisa… aunque hizo algo más: imitó mi gesto con su manita, agitándola de un lado a otro mientras me miraba con un gesto en el que quedaba claro que habíamos conectado.
Fue una experiencia impresionante y muy grata, que te invito a entrenar en la primera ocasión que se te presente.
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