El aula se ha quedado vacía,
las sillas permanecen quietas
en el mismo lugar, y sin pesos,
entre las paredes que se tornaron violetas
y la puerta donde partieron los besos
debajo de una luna llena.
Pero siguen las palabras
como nubes, guiadas por el aire,
dentro de tu palacio Obispo Solís
entre los arcos.
Y al subir las escaleras
pinté en mi mente los muros que allí vi,
haciéndome dibujos en el pecho
y regalando,
con cada una de las miradas ya alejadas,
un corazón con cada una,
en una lágrima atrapada,
debajo de tu techo
y en el mismo centro
de Miajadas.
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