Cuando era pequeña me encantaba tomar el batido o mi bebida favorita con una pajita. Recuerdo que competíamos por ser los más rápidos o también lo contrario, porque nos durara el mayor tiempo posible.
Entre risas y juegos conocíamos una norma de ‘buena educación’ inculcada por nuestros adultos de referencia: nada de sorber el final de la bebida haciendo ruido.
Ante los mayores éramos como angelitos: ni un sonido; aunque bastaba con que estuviéramos solos durante un momento para que, entre risas y toses, definiéramos un nuevo reto, que no era otro que el de ver quién hacía más ruido, apurando los restos del batido con la pajita.
Este estupendo enlace emocional con los buenos momentos de mi infancia me permite ser tolerante cuando escucho que alguien apura su refresco sorbiendo ruidosamente con una pajita.
Sin embargo, ese sonido es uno de los que más molesta a otras personas a las que quizá, pongo por caso, no les importe escuchar cómo alguien chasca sus dedos o hace ruido al romper la pompa inflada de su chicle.
“Desde el simple martilleo de un bolígrafo hasta un estornudo recurrente, los ruidos cotidianos de baja intensidad resultan insoportables para quienes sufren misofonía, un padecimiento que puede llegar a ser obsesivo y se ha convertido en un nuevo objeto de estudio”, dice en el Instituto Aragonés de la Ansiedad (IAA).
“Se trata de una molestia que el ser humano ha sufrido siempre, pero que no se empezó a considerar hasta la década de los ochenta del pasado siglo”, dicen en IAA, donde afirman que uno de los mayores retos a los que se enfrenta una persona aquejada de misofonía es la falta de comprensión: “son tachados, incluso por sí mismos, de tiquismiquis e histéricos”.
Sirve como ejemplo el hecho de tener activado el sonido de las teclas del móvil, de manera que no para de sonar cada vez que escribe un mensaje; “para la mayor parte de la gente quizá pase inadvertido, aunque para otros puede resultar insoportable, hasta el punto de provocarles verdaderos ataques de furia”.
Desde el IAA hablan de investigaciones realizadas por especialistas holandeses sobre los efectos de la misofonía, “hallaron reacciones fisiológicas específicas relacionadas con la activación del sistema nervioso simpático (SNS), que es el que nos alerta de que existe un peligro”.
Según otras fuentes, se piensa que el problema de base no se encuentra en los oídos, sino en el sistema nervioso central y en la interpretación que hace de los sonidos; de ahí que una posible causa estaría en la asociación emocional que tiene el paciente con el sonido.
Otra explicación relacionaría este padecimiento con los trastornos obsesivos; “quien lo siente sabe perfectamente que su reacción está siendo desproporcionada, pero no puede evitarlo y le genera un profundo desasosiego”. No obstante, no está incluida en el listado de enfermedades raras, ni siquiera es considerada como trastorno psicológico; “Sin embargo, cada vez son más los expertos que estudian los criterios diagnósticos y las escalas de gravedad de esta posible dolencia”, dicen en el IAA.
La fobia a los sonidos de los demás suele aparecer al final de la infancia, aunque puede desarrollarse a cualquier edad.
Es tan frecuente en hombres como en mujeres y se amplifica o reduce en función de los lazos sentimentales entre quien padece la misofonía y el emisor del ruido. La proporción es inversa, es decir, que cuanto más cercana y apreciada es la persona que hace el ruido, menor será el malestar experimentado por quien sufre la misofonía.
Sin tratamiento conocido, en los casos más agudos este malestar puede afectar a la calidad de vida del afectado y de las personas de su entorno, por lo que los expertos proponen los siguientes tips para confrontarlo:
La ansiedad creciente, llegando incluso a sentir ataques de pánico, el estrés, los mareos, dolor en el oído, sentir vértigo o la necesidad de taparse los oídos son algunos de los síntomas de la extrema sensibilidad a los ruidos.
Queda claro que estas personas sienten un fuerte malestar y sufren; no obstante, ¿qué pasa con su gente de alrededor? ¿Cómo pueden sobrellevar la tensión derivada del padecimiento de su ser querido?
Desde el Coaching, te propongo una reflexión sobre algunos de los puntos que puedes tener en cuenta, si es que deseas aliviar el malestar del misófono:
Si has llegado hasta aquí, te invito a practicar un ejercicio de rol. Consiste en meterte en el papel de una persona con misofonía. Empieza a escuchar con detenimiento todos los ruidos a tu alrededor. ¿Qué sientes? ¿Qué sonidos eliminarías? Ccuáles te resultan más agradables?
Como dice Arthur Gaff (Red transpersonal) “haz silencio a tu alrededor si quieres oír cantar a tu alma”.
¡Felices Sonidos! ¡Feliz Coaching!
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