El poeta se olvidó de la última palabra.
La luz de la vela
dibujó su sombra en la pared.
Años de soledad,
una distancia a oscuras,
ciega.
La alfombra bajo sus pies desnudos
dejó un mundo imaginado
repleto de dibujos,
de notas musicales,
de oídos mudos,
de tierra húmeda
mojando sus dedos
bajo sus botas de agua.
La luz del atardecer
atravesando sus ojos de niño,
jugando solo con el murmullo
de otros niños alrededor.
Debió de ser durante uno de mis desmayos
que soñaba que la realidad se aparecía
como una película de banda sonora de nostalgia
en ocres,
bajo la misma terraza que habitaba.
El corazón se paró
cuando en el reflejo de un charco
vi la flecha con arco
que al instante se esfumó.
Mi niñez fue un dibujo
dentro de una burbuja
que con el aire se elevó.
Las manos de mi madre
en una manta
para arroparme
en el invierno que llegó.
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