Durante la infancia y adolescencia aprendemos las reglas de uso de pertenecer a una determinada familia, en un entorno social, económico, cultural e incluso religioso concreto. Un elemento que suele ser común a todos y cada uno de esos ámbitos es la capacidad de emitir juicios. Desde el Coaching, hoy te propongo el siguiente reto: ¿eres capaz de mirar a tu alrededor o hacia ti mismo sin juzgar?
Salíamos de una presentación dos compañeras de trabajo y yo un par de días atrás y, mientras nos dirigíamos a coger el metro, Carmen se fijó en una chica que caminaba delante de nosotras, con una parte de su espalda totalmente tatuada.
Enseguida hizo referencia a que no entendía cómo una persona podía hacer algo así, a lo que se sumó otro comentario de Paloma en el mismo sentido. La primera hizo referencia a que, cuando era más joven, quien se tatuaba era, en realidad, un perdedor que lo que deseaba era llamar la atención.
Aclaro que tales comentarios brotaron de forma espontánea, como resultado de las creencias de cada una.
Fue en ese instante cuando me percaté de lo habitual que es el juicio, tanto a lo que nos rodea como a nosotros mismos. Precisamente esto último, el autojuicio, es desde donde parte todo.
Desde hace algún tiempo empleo una herramienta que me está dando buen resultado. Se trata de usar la mirada de la niña que una vez fui.
Para ello me enfoco en la sensación, en la experiencia que vivo a cada momento, sin crearme ninguna expectativa. Observo con atención, por ejemplo, qué hacen otras personas mientras voy en el vagón del tren o en el autobús.
Lo hago sin juzgar, aunque lo cierto es que cada cierto tiempo, cuando el pensamiento se me va al juicio, vuelvo a la observación sin más.
El mayor beneficio es que, al entrenar la contemplación, la serenidad ocupa todo el espacio, dejando kao al cortisol, la hormona del estrés que, aunque positiva en su dosis correcta, puede hacernos daño si toma el control.
Con la serenidad llega la compasión, la empatía conmigo misma y con los demás, lo cual me produce un gran bienestar mental, emocional, psicológico y físico.
Hay otros beneficios, por ejemplo, el aumento de la creatividad, de la tolerancia y de eso ahora tan en boca de todos, la resiliencia, esa habilidad tan bonita de volver a levantarse después de que nos caiga encima algo tremendo.
Desde el Coaching, te propongo un entrenamiento para que puedas mirar sin juzgar:
Si has llegado hasta aquí, te cuento un poco más acerca de la escena del tatuaje. Tras los comentarios de Carmen y Paloma identifiqué que ambas juzgaban y, no queriendo yo hacer lo mismo hacia ellas, utilicé la técnica que llamo del director de escena, esto es, tomar distancia para salir del escenario y observar.
Estuve escuchando a ambas y lo que añadí fue mi opinión personal a propósito del tatuaje, que considero una agresión al propio cuerpo, si bien respeto el criterio de cada cual. Pues también el tatuaje es una manera de aceptar las normas y usos de pertenecer a un grupo, a una familia, en definitiva, a un clan.
¿Qué es lo que piensas y sientes tú?
¡Feliz Mirada Infantil! ¡Feliz Coaching!
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