Es la mirada en el espejo
al caer la noche iluminada
por las luces del cielo
esperando ansiosa la madrugada.
Las palabras quedan escritas en la mente,
tan despierta y profunda,
como el agua que acaricia
las flores en su mañana.
La verdad,
tan sincera como la vida,
amamantada por la piel
que ya no está.
Me volví para ver
de los rincones el silencio oscuro
que se traga la luz que apareció sin avisar
para besarme acariciando el corazón.
Velas despertadas y
una voz con cuerpo
a través del cristal.
Ya no quiero sombras,
ni las guardo.
Me quedo con el césped
que me pisa los pies a cada paso
y muy cerquita de la orilla.
La luna aun respira me pide,
y quieta, que ilumine junto a ella.
Cada día
es…
otra lámpara encendida.