Me olvidé de mí mismo
al despertar en la arena de aquella playa
y reflejado por un mismo amanecer.
Me olvidé de besar
teniendo un sol de frente.
Me olvidé de amar,
con la luz de aquella luna
que, a solas,
solo me quiso acunar.
Todas las gotas del río se marcharon
a la misma velocidad que ella,
y me quedé observando.
Con la mayor parte de mi piel y,
tan húmeda,
que apenas la secó el espanto
de ver cómo aquel río…
se alejaba también sin él.
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