Ser leal o fiel a algo o a alguien implica cierta veracidad, ser fidedigno o digno de fe y crédito, pero también presupone un modo de amor y reconocimiento hacia el otro. ¿Cómo es tu lealtad? ¿Es uno de tus valores? ¿Hacia quién la sientes? ¿Tú también la pides? ¿Sabes cómo entrenarla? Desde el Coaching te invito a ejercitarte en lealtad.
Solemos entender el término lealtad aplicado a animales como el caballo y sobre todo el perro. Este último, pase lo que pase, muestra una fidelidad inquebrantable hacia la persona que lo alimenta, lo quiere y cuida, incluso en los casos en los que tales funciones no se cumplen, sea por defecto o también por exceso, por ejemplo, en la alimentación que se les procura.
Sin embargo, es fácil contemplar escenas en las que un amigo decide no apoyarnos en un momento álgido para nosotros, o también que cambia de opinión ante la tesis sostenida por una tercera persona. Sencillamente nos abandona.
Unos meses atrás, en un almuerzo con dos de mis mejores amigas, una de ellas empezó a hablarnos de un error cometido por su pareja, lo cual les había acarreado un perjuicio económico. Su crítica era concreta y específica; sin embargo, inició un bucle emocional del que no parecía salir. Así que intervine, con la mejor de mis intenciones, cortando ese hilo emocional e intentando ser lo más objetiva posible, dada la situación referida por ella.
Mi intervención provocó a su vez que nuestra otra amiga, Josefina, en un momento en el que estábamos las dos solas en la mesa, apelara a mi empatía. Se refirió a que, si bien era cierto que percibía el enfado hacia su pareja en Leire, ésta necesitaba comprensión y apoyo. En resumidas cuentas: pedía mi lealtad hacia nuestra amiga en común.
Pues bien, hace unos días, una de mis personas favoritas ha puesto el espejo de la lealtad ante mí. Me ha hecho reflexionar a propósito del que considero uno de mis valores más necesarios, precisamente al negármelo. Lo explico: fue al relatarle la conducta de los integrantes de uno de los chats de wasap con los que había experimentado un incidente emocional subliminal. Esta persona se puso “de parte” de los otros, quitándole importancia al hecho que yo denunciaba como inapropiado y recordándome que lo mismo debía prestar atención a mi ego.
Dejando aparte que es muy posible que tuviera razón, la situación me mostró que lo que yo demandaba a esta persona era lealtad, esto es, su fidelidad inquebrantable, viera o no razón en mi comportamiento.
Aunque no dije nada, el mero hecho de que me resonara me enlazó a ese almuerzo referido con mis amigas Leire y Josefina. Tuve una epifanía: me di cuenta de que hay ocasiones en las que lo que pedimos o se nos pide es lealtad.
Un valor profundo
Si la lealtad es uno de tus valores fundamentales, te propongo entrenarlo tanto para demandarlo como para otorgarlo. Para ello, te invito a practicar la lealtad, en primer lugar contigo misma.
¡Feliz Lealtad! ¡Feliz Coaching!
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