Siento el calor, como una pierna de tu cuerpo en mis sábanas de nada.
Siento, la soledad del momento y su verdad en el rincón de las hojas perennes, de los hombres perdidos que olvidan palabras.
Sueño con escalar ese almidón, y perfumar el viento con su vino a nada y muy dentro del agua. Pura sensación delante del amanecer. Lluvia dentro de la espalda. Caricias que me alivian sin dejarse ver.
A poco más que te cuente, cerraré los ojos. Toda la cubierta se llenará de coral y todos mis cuentos un brillo de páginas en rojo, entre el cielo y el profundo mar.
La gran tormenta está a punto de nacer. Me dejaré llevar. El silencio se acerca entre tanto ruido para hacerme llorar.
Todas las melodías, todo son segundos en la noche son las blancas hojas que despiertan en susurros y siempre al acabar el día.
Sigue volviéndome tan loco. No pienso despertar.
La vida es una teja empapada del color de una vena en un pueblo sin gente que termina, y siempre por caer, en mismo charco.
La vida es una mirada y lo que dura, un perfume de alguien al pasar. Única nota encerrada en un desván. La distancia entre la hoja que cae y una mano que quiere agarrarla.
Un lento silencio repleto de música, la separación entre el suelo y tú.
