Es posible que en tu entorno haya padres con niños pequeños o incluso preadolescentes a los que diseñan las agendas de sus vidas. Grupos de wgatsapp para informar de cómo tienen que llevar la camiseta del festival, para que vayan preparados a la excursión o donde los adultos opinan a propósito de la dinámica de las clases de sus vástagos.
Los padres han tomado el mando y lo curioso es que estas nuevas responsabilidades rara vez les hace felices, al tiempo que convierte a los pequeños en títeres de una planificación sin sentido.
Esta sobreprotección, que parte de la preocupación (no de la ocupación) por los hijos, no produce bienestar ni en los adultos, ni tampoco en los pequeños, aunque estos últimos, probablemente, no se darán cuenta de su efecto hasta llegar a la etapa adulta.
“Los niños piden muchísimo y los padres se lo damos todo pensando, erróneamente, que así serán más felices”, dice la psicóloga Silvia Álava, experta en Educación; “en cambio, únicamente hay que darles lo que necesitan pues, en caso contrario, no desarrollarán recursos ni estrategias para su vida de adultos”.
Para esta experta, que ha participado recientemente en una clase magistral del gabinete Educar es Todo, “el de sobreprotección es un estilo educativo en el que los padres asumen responsabilidades de las que los hijos, por su edad, podrían hacerse responsables”; “lo cual impide que crezcan sanos, autónomos e independientes”.
¿Cómo evitas amparar en exceso a tu hijo? La psicóloga Silvia Álava propone que le dejes hacerse cargo de aquello para lo que sí esté preparado, según su edad; por ejemplo, “los deberes del día siguiente, cuándo se va de excursión con la clase o la preparación de su mochila diariamente, aunque, de vez en cuando, demos un repasito a todo ello, comprobando que todo esté correcto”.
Se da el caso, según esta experta, de que “los padres, a veces, se anticipan tanto a las necesidades de sus hijos, que impiden a éstos desarrollarse adecuadamente”.
En otras ocasiones, la excusa de la sobreprotección consiste en “evitar que se frustren o se aburran”, aunque “así no aprenderán que, en la vida, muchas veces es preciso esperar o que incluso las cosas no salen tal y como nos gustaría que saliesen”, dice Álava.
Esa salvaguarda extrema de los hijos conlleva, en ocasiones, una dualidad, tal y como explica Silvia Álava: “Ocurre cuando tratas a tu hijo con arreglo a su edad para algunas cosas y como si fuera mayor para otras, lo que provoca que algunas de tales situaciones le vengan grandes”.
Se refiere esta experta al hecho de dejarle el móvil “donde accede a todo un mundo de posibilidades, algunas no adaptadas para su edad; lo mismo con respecto a los videojuegos”.
En este último caso, la terapeuta recomienda consultar el código PEGI, que proporciona clasificaciones por edades para los videojuegos en 38 países, entre ellos, España.
Álava describe también los principales arquetipos o perfiles que describen las conductas de los padres y madres en materia de sobreprotección: “los padres helicóptero sobrevuelan en torno a los niños, intentando supervisarlos en todo momento”; “los denominados apisonadora son aquellos que preparan el camino a su hijo, de modo que esté bien marcado y balizado”.
“Están también los padres y madres agenda, pendientes de los dietarios de sus hijos con excursiones, trabajos por entregar y exámenes”, dice Silvia Álava; “en cuanto a los papás guardaespaldas, solemos verlos en los parques con apariencia de ‘no te metas con mi hijo’, llegando incluso a dirigirse a los otros niños en el caso de que el suyo tenga alguna dificultad”.
“Un rol desarrollado sobre todo por las madres es el de supermamá, que es quien todo lo puede y llega a todas partes, sin dejar a sus hijos que tomen responsabilidad de sus tareas y de sus habilidades para resolverlas”.
Todos estos modelos de conducta “evitan la madurez en los niños, a los que se les mete en una burbuja que, tarde o temprano, estallará; en definitiva, sobreproteger es desproteger”.
“Los padres sobreprotectores no dejan a sus hijos enfrentarse a los problemas, por lo que esos niños se convierten en adultos que desarrollan muchas menos competencias”, dice Silvia Álava, “serán adultos inseguros, con baja autoestima, que tenderán a establecer relaciones de dependencia con amigos y parejas, siendo proclives a convertirse en víctimas de acoso”.
Desde el punto de vista clínico, la sobreprotección puede llevar al desarrollo de trastornos de tipo emocional, como ansiedad, depresión y también la intolerancia a la frustración.
Este comportamiento en los adultos de referencia tiene, no obstante, su explicación, según los dos principales enemigos de la educación equilibrada, como son la falta de tiempo y la escasez de paciencia. En el primer caso, el tiempo lo marca el niño, pues es quien está aprendiendo a vestirse solo, a preparar su mochila o a comer.
En cuanto al ejercicio de la paciencia, “hay que esforzarse como padres y comprender que ellos han de repetir y corregir, repetir y corregir hasta que lo logren y todo ello, sin culpa”.
Silvia Álava da algunas claves destinadas a evitar la conducta sobreprotectora; desde el Coaching te propongo que las entrenes:
Si has llegado hasta aquí, te dejo con una frase (que quizá conozcas) de Carl Jung (psiquiatra suizo fundador de la Escuela de Psicología Analítica, a caballo entre los siglos XIX y XX).
La cita está relacionada con el discernimiento y la com-pasión hacia el otro y hacia uno mismo: “Lo que más nos irrita de los demás es aquello que puede conducirnos a un mejor entendimiento de nosotros mismos”.
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