BIENESTAR

Cómo enseñarles a no temer

Cuando un niño llora por la noche, puede deberse a un mal sueño con monstruos, que para él son muy reales; no en vano, los expertos recomiendan a los adultos aliarse con la vulnerabilidad de los pequeños, enseñándoles a no temer, mediante la confrontación del trauma y la gestión del miedo.

 

Imagina el caso de una niña pequeña, que pierde a su madre debido a un conflicto bélico. Mediante su propio simbolismo, dibuja con tiza, en el suelo, el contorno del cuerpo de su madre y se mete dentro, en posición fetal. Se trata de un caso verídico, que nos cuenta la psicóloga Clínica, terapeuta y pedagoga Paula Sánchez Alarcón.

¿Para qué esa acción? “Está sanándose, metiéndose en el regazo de su madre, en su corazón, lo que le da calma”, dice Sánchez Alarcón; “Es una forma de hacer el duelo, pues al pensar en ella la niña tiene a su madre dentro, pero mediante el dibujo la coloca afuera, tranquilizándose en ella, en un auténtico proceso de curación emocional”.

Es cierto que no todos los traumas y duelos infantiles son así, como tampoco la manera de trascenderlos, pues para ello los niños requieren del apoyo de un adulto de referencia, sea la madre, el padre o el tutor.

“En la infancia, el cerebro humano está regido por las capas más primitivas, reptiliana y límbica”, dice la psicóloga Clínica; “Por lo que es instintivo y está biológicamente programado; es por esto que en dicha etapa el cerebro de la madre les sirve como córtex auxiliar, para regularse”.

Por esto mismo, para equilibrar a un niño lo importante, como adultos, es que nos centremos en nuestras sensaciones, observándonos y preguntándonos cómo estamos y cómo nos sentimos en ese momento.

Atentos a las señales

El trauma, entendido como un estado emocional que nos sobrepasa y que por tanto desconocemos cómo confrontar, se define en un continuo de intensidad que puede ir desde el miedo al ladrido de un perro hasta el caso extremo descrito más arriba, relacionado con un duelo por pérdida.

“A veces vemos que, en una situación normal, el niño se vuelve reactivo, lo que indica que la memoria que le creó el trauma está activa”, explica Sánchez Alarcón; “No distinguen el pasado del presente, pues para ellos siempre es el aquí y ahora”.

Es por esto que “si vemos que un pequeño reacciona de un modo aparentemente desadaptativo, lo que nos indica es que se encuentra en otro espacio-tiempo donde dicha reacción sí era adaptativa”; “Es decir, el niño está aún en esa experiencia, por lo que es preciso ayudar a su cerebro para que realice las conexiones necesarias y vuelva al presente, soltando esa experiencia, integrándola y sintiendo que es parte de sí”.

¿Cómo saber si nuestros hijos, sobrinos o nietos siguen en esa rueda del trauma? La Psicopedagoga Sánchez Alarcón nos propone estar atentos a las señales siguientes:

  • Si el pequeño no puede dormir, o sufre pesadillas. Es posible que durante la noche recuerde el evento que le causó el trauma.
  • Si la niña muestra una mayor irritabilidad y sensibilidad ante cualquier circunstancia, especialmente a las que son similares a la situación que le provocó el trauma.
  • Si el niño muestra ansiedad y nerviosismo a todas horas.
  • Si la pequeña tiene miedo ante cualquier situación, incluso las más cotidianas del día a día.
  • Si manifiestan problemas de alimentación, de ira e incluso de atención.
  • Si la niña o el niño rechazan el colegio.

“Los niños con trauma tienen menos desarrollada el área neocortical, están situados en el presente, por lo que hablan desde ahí y para ellos el trauma ha ocurrido hace mucho menos tiempo”, dice Paula Sánchez Alarcón; “Cuando tratamos bien a un niño, las neuronas leen el ADN de una manera diferente, lo que implica que la epigenética cambia, es decir, que el buen trato produce variaciones positivas en los genes”.

Cómo acompañarlos

La Psicoterapeuta Sánchez Alarcón describe cómo es un proceso de sanación del trauma: “Si a un pequeño de tres años le muerde un perro, su cerebro está tenso, siente miedo y que está en peligro”.

“Pasa el tiempo y, cuando ya tiene nueve años, cada vez que ve un perro se asusta, lo cual quiere decir que el cerebro del niño sigue en el trauma, en lo que le ocurrió en el pasado, que para él es el ahora mismo”.

“Hemos de comprender que está en el recuerdo, en esa memoria atrapada del trauma, por lo que no le podemos decir que no pasa nada”, dice esta experta, quien nos propone diversas formas de actuar:

  • Aprender a no hacer. Cuando ocurre el trauma, el adulto ha de ayudar al pequeño a que active eso que lo asusta, dejar que ocurra para que complete el ciclo de la sanación, ya que los niños tienen esa sabiduría.
  • Dejarlo soltar. Es justo cuando la niña suelta ese miedo, al revivirlo, cuando empezará a sanar. Es conveniente que lo haga en un espacio seguro, en un entorno terapéutico y también familiar.
  • Familia como elemento clave. Se pretende que lo que dañó a nuestro pequeño en el pasado no se mantenga, pues en caso contrario los síntomas reaparecerán.
  • Mirada sin juicio. La presencia del adulto ha de sostener, permitiendo que la niña exprese el daño que haya sufrido.
  • Amabilidad y compasión empática. El acompañamiento ha de ser sentido por la pequeña, lo que incrementará su seguridad.
  • Permitir el llanto. Hay que permitirle que llore, que exprese. “La lágrima contiene hormona del estrés, el cual se libera al llorar”, dice Sánchez Alarcón; “Esa llorantina puede darse dos o tres veces al día, más cuanto más pequeño sea el niño”. La experta recomienda que haya alguien que lo acompañe, pero sin consolarlo, dejándole simplemente que llore.
  • Jugar con ellos. Mediante el juego se produce ese estado de conciencia mediante el que cuentan su historia, lo que les ha hecho daño. Sánchez Alarcón propone que el adulto no dirija el juego en ningún momento.
  • Aceptarlos como son. Cuando aceptamos a los niños como son, dejamos que nos cuenten la experiencia tal y como la vivieron; “De tal forma que integran ese suceso en su cerebro, lo que significa que pueden cambiar, hacer lo que deseen en el presente”, dice Paula Sánchez Alarcón.
  • Para un recién nacido. El acompañamiento se basa en cubrir sus necesidades, por lo que hay que darle calor, proporcionarle la conexión del contacto físico al cogerlo y tocarlo, mediante un movimiento suave al mecerlo y acunarlo. El sonido de los latidos del corazón y la voz del adulto hablándole con suavidad también lo acompañan.

Es importante responder pronto a su llanto, amamantarlo cuando tenga hambre y protegerlo de la sobreestimulación.

“Cuando a los niños se les da el tiempo y la atención necesarios, entonces son capaces de completar el ciclo de la sanación”, dice Peter Levine, psicólogo creador de un enfoque basado en la conciencia corporal para curar el trauma.

¡Feliz Acompañamiento Infantil! ¡Feliz Coaching!

 

 

 

 

 

Silvia Resa

Soy coach ontológica para acompañarte en la identificación de tu objetivo y apoyarte durante tu proceso de Coaching. Sistemas propios: ArkeCoaching, AstroCoaching y IronCoaching.

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