Hace un par de semanas he bajado al trastero; tenía el firme propósito de limpiar el suelo y, si acaso, recoger algunas de las cosas que estuvieran descolocadas.
Nada más abrir la puerta me quedé impactada: ¿Me había equivocado de cuarto o es que las cosas habían cobrado vida, expandiéndose a lo largo y ancho de los casi 20 metros cuadrados del habitáculo?
Describo brevemente: una gran caja donde había llegado la tele, años ha, y que se ha quedado cual paria, en mitad de la parte libre de la habitación. Una vieja lavadora, que aún funciona, pero que ha sido sustituida en casa por otra tecnológicamente más eficiente, ocupa casi tres metros cuadrados, impidiendo el paso al fondo del trastero.
Encima de ella hay una gran sombrilla que apenas utilizo y tengo pendiente de regalar a un familiar, un cesto con cajas flexibles para zapatos que tampoco uso y una caja con revistas de decoración que tengo olvidadas.
En la estructura de estanterías, con forma de “U”, aparecen abarrotadas las mochilas y bolsas de deporte, maletas que ya no viajan, un sillín de una bici que ya no tengo y algún casco de moto con el que no sé qué hacer.
“Si algo material no te gusta o no te hace feliz, tíralo”, reza la máxima de Marie Kondo, reconocida experta en organización, cuando se refiere al proceso de selección previo al de limpieza y orden.
Sobre este tema ha tratado la ponencia de Maribel Alonso, organizadora profesional, durante la celebración de la Semana del Hogar Consciente, evento virtual creado, a su vez, por la responsable del Club Hogarista, M. Mar Jiménez.
“Tirar es algo que nos cuesta”, dice Maribel Alonso, “es un ejercicio distinto que tiene dos componentes, como son el miedo y el apego”
Guardar objetos “por si acaso” está relacionado con el temor “a poder necesitarlo, a no contar con los recursos suficientes para comprarlo de nuevo”, dice esta experta en organización. “Viene de la generación anterior, educada en la creencia de que las cosas eran para toda la vida: la casa, los muebles, un abrigo y hasta el matrimonio”.
Dice Alonso que hemos pasado de la risa, al llanto: “nos hemos ido al otro extremo, el de usar y tirar, de ahí que sea importante que si tienes algo que lleva guardado mucho tiempo y con lo que no sabes qué hacer, te desprendas de ello”.
Hay un componente emocional que es, si cabe, determinante; se trata del apego que desarrollamos hacia algunos objetos “que nos recuerdan situaciones y experiencias que vivimos con alegría e intensidad, tales como el jersey que usaste en aquella cita, ahora todo lleno de bolitas del propio tejido o esa cartera que te regaló ese chico tan simpático con quien la relación no pasó de amistad”.
Maribel Alonso nos propone como solución las conservas emocionales; “Para recordar estas vivencias no es necesario guardar el objeto, pues simplemente con cerrar los ojos y pensar en el pasado, una puede educar la sensación y la experiencia”.
La conserva emocional se elabora, bien a partir de una fotografía del objeto en cuestión, bien desde el establecimiento de un anclaje emocional. La primera se digitaliza, para que ocupe el menor espacio posible. Siempre que lo deseemos, podremos acceder a la carpeta para contemplar el objeto y revivir el momento.
El anclaje no requiere fotografía, tal y como explica Alonso: “Contemplamos el objeto, cerramos los ojos y recordamos la experiencia asociada al mismo, con lo que ya está preparada la conserva emocional”.
Desde el Coaching te invito a entrenar tu propio proceso de desprendimiento de los objetos que no te hacen feliz. Tiene cinco fases:
Desde el Coaching te propongo que, en este último caso, preguntes primero a la persona si todavía desea ese objeto. La tercera caja es la destinada a la venta, obteniendo así un beneficio por esas cosas que ya no te son útiles.
Te invito a que busques el beneficio de tus aprendizajes a través de esa prenda, ese libro, los apuntes de la facultad o la colección de peluches, pues en su momento, hace más o menos tiempo, te acompañaron en una etapa de tu vida.
Para quienes habéis llegado hasta aquí, os cuento cómo ha sido mi proceso de aprendizaje en esto del desprenderse.
Cuando subí a casa, tras el shock sufrido por el “overbooking” en el trastero, cogí mi Diario Coaching e hice una relación de las cosas que recordaba que había visto, estuvieran colocadas o no en las estanterías.
Después, las observé en mi memoria, anoté el posible vínculo que tuviera con ellas y seleccioné aquéllas que deseaba tener en mi vida, las que no (que han sido la mayoría) y las que regalaría, vendería o llevaría al punto limpio de reciclaje.
Tras despedirme de todas ellas, a algunas les he hecho una foto con el móvil, como es el caso de los recuerdos de las bodas celebradas durante los últimos años, o ese kit de copas y matasuegras de aquella mágica Nochevieja en Oporto.
Después de la despedida, el agradecimiento por lo vivido y, a renglón seguido, la liberación. (¡Qué bien me siento tras desprenderme de lo que no uso, no me gusta o no me sirve!).
Os invito a sentir esta experiencia, la de aprender a desprenderse de las cosas.
¡Feliz Desprendimiento (y no de rocas)! ¡Feliz Coaching!
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