Cualquier instrumento es válido para plasmar aquello que nace de lo más profundo con vocación compartida, lo que el alma inspira para ser de todos. A veces, el poeta se desnuda en un papel, en una servilleta que regala, sin voz, el contenido de su corazón sin voz. Solo palabras. Solo sentimiento. Tomás Martínez.
Llueve la tarde con su sol
en la parte más alta de Tirso,
dibujando columnas de luz
en los marcos de sus siete ventanas.
Ocho menos cuarto.
Estás a punto de desaparecer.
Duerme hasta mañana.
Yo te espero.
Luces haciendo fuego en el aire,
doce de 143.
Nubes con reflejo en el cristal
y sillas vacías
y libre las letras grandes,
a falta de E mayúscula
delante de mis ojos.
Soltó sin miedo
hacia la parte de la luz
de mi sombra.