Cuando tu hijo te dice que no le apetece recoger la habitación o no quiere ir a bañarse al llegar la hora acordada; si tu hija muerde a alguna de sus compañeras o empuja a otra niña en el centro escolar. Si, ya de adolescente, da un portazo, responde con una mala contestación o decide no salir de su dormitorio y reunirse con el resto de la familia. ¿Qué está pasando?
¿Te suenan estas situaciones? Porque tienen su explicación, pues se trata de etapas en las que se produce la reorganización, una actualización o “reseteo” en sus cerebros, constituyendo oportunidades extraordinarias para que los adultos logremos acercarnos a ellos y volver a conectar.
“Como adultos referentes de niños y adolescentes somos moldeadores de cerebros”, dice Rafa Guerrero, psicólogo experto en el desarrollo cerebral infantil y juvenil; “Somos fundamentales en ese proceso de desarrollo de sus mentes, cuando establecen las conexiones”.
Según Guerrero, tales conexiones empiezan en el periodo prenatal, “es cuando se dan esos primeros chispazos emocionales y neuronales y es entonces cuando se inicia la relación y el apego”; “Este vínculo se da en el vientre materno y, gracias a dicha conexión, se producirá la evolución de su desarrollo cerebral”.
Este proceso parte desde los 300 gramos que pesa el cerebro de un bebé hasta los 1.200 gramos del adulto, no obstante, cuadruplicar su tamaño no es tan relevante como el número de conexiones que se vayan estableciendo en su interior.
“Satisfacción de necesidades, normas, límites, cariño, comunicación y sobre todo el amor son fundamentales, ya que constituyen el combustible que hace crecer y desarrollarse al cerebro”, dice este experto en Inteligencia Emocional y en trastornos del aprendizaje, que ha participado en la cuarta edición del congreso virtual Montessori, organizado por el equipo de Tu guía Montessori.
“Somos los arquitectos de los cerebros de nuestros niños y, en función de cómo hagamos nuestra tarea, al llegar a adultos conseguiremos que estén sanamente conectados, que no lo estén o incluso que lo estén, aunque de manera insana, es decir, el resultado de ello es la salud emocional del futuro adulto, o lo contrario”, dice Guerrero.
Una de las características más destacadas del cerebro es la plasticidad, capacidad con la que contamos durante todo nuestro ciclo vital, si bien es tanto mayor cuanto más pequeños seamos.
Se ocupa de adaptarnos a todos los obstáculos que se nos presentan día a día; “En situaciones en las que los adultos sentimos miedo por los niños, al pensar que no serán capaces de adaptarse a una nueva situación, lo que estamos haciendo, en realidad, es proyectar nuestros propios miedos”, dice Rafa Guerrero.
“Es importante que los adultos comprendamos el funcionamiento del cerebro, aunque sea de manera muy básica”, dice Guerrero, autor de Los cuatro cerebros de Arantxa donde, de manera didáctica, explica al lector infantil las áreas cerebrales y sus funciones mediante un código de colores.
Este modelo pedagógico, que puede recordarnos el parchís, el popular juego de mesa, divide el encéfalo en cuatro zonas o cerebros, cada cual con su correspondiente color: rojo, verde, azul y amarillo, correspondiendo su desarrollo a ese mismo orden.
“Este cerebro se encarga de dar entrada a las diversas necesidades”, dice Rafa Guerrero; “De dar prioridad a unas o a otras, resolviendo conflictos que muchas veces se dan en nosotros mismos”.
“Cuando le decimos a nuestro hijo que recoja la habitación, aquí entraría el cerebro azul, el de la información; aunque nos responde que no le apetece, que es lo que siente en ese momento y, por tanto, es la prioridad del cerebro verde”; “el cerebro amarillo de nuestro hijo será el que dé entrada a uno u otro”.
“Los mejores resultados se producen cuando somos conscientes de nuestras necesidades fisiológicas, de lo que sentimos, de las relaciones que tenemos con los demás, de lo que sabemos y no sabemos y todo ello bien coordinado”, dice este experto, para quien lo más relevante son las necesidades de los niños.
“Aunque los adultos solemos anteponer nuestra comodidad, con un despliegue de prejuicios y estereotipos que nos llevan a agrupar, encasillar y clasificar por gustos o edades, lo cual, a su vez, nos resta humanidad, pues somos mucho más que la pertenencia a un grupo determinado”.
Dice Rafa Guerrero que, como sociedad, damos excesiva importancia al cerebro azul, el de los pensamientos e ideas, el de la memoria y los datos, por lo que “nos estamos olvidando de los aspectos relativos al autocuidado, tales como el descanso, el ejercicio físico o una alimentación correcta (cerebro rojo), de otros relacionados con la sociabilidad, de aceptación y legitimación de las diversas emociones que experimentamos (cerebro verde) e incluso tampoco le damos la importancia que merece al gestor (cerebro amarillo)”.
¿Cómo podemos aplicar esta funcionalidad cerebral para mejorar la relación con nuestros hijos pequeños y púberes? Desde el Coaching te propongo los siguientes puntos, de la mano del psicólogo Rafa Guerrero:
“Como adultos hemos de comprender, evitar la justificación y explicárselo al niño, para que se dé cuenta”.
No obstante, este experto destaca ciertos matices, tales como que la mujer es más empática, al tener un funcionamiento más global a nivel cerebral, dándose las conexiones entre ambos hemisferios, “mientras que al hombre le cuesta más el lenguaje emocional, teniendo mayor conexión dentro de cada uno de los hemisferios”.
“Como seres humanos que somos, a pesar de existir diferencias, son más numerosas las coincidencias”, dice Guerrero.
“Si el adulto entiende qué está ocurriendo en el cerebro de su hijo adolescente, podrá comprenderlo mejor y, al sentirse comprendido, su acercamiento será cada vez mayor”.
Una vez que el cerebro amarillo alcance su desarrollo, será cuando el adolescente podrá controlar sus impulsos y afectos, “empezará a ser consecuente con lo que ha dicho o ha dejado de decir”.
Para Guerrero, la clave está en que, como padres, es preciso actualizarse a las necesidades de ese hijo que ahora tiende a la autonomía y que, de igual modo, se está actualizando.
Entender esto “nos va a permitir construir una relación diferente con nuestros hijos adolescentes y, aunque el portazo o la mala contestación estarán ahí, ya no será lo mismo”.
Si has llegado hasta aquí, te dejo uno de los principios del decálogo “Los niños aprenden lo que viven”, de la asociación Fillium: “Si un niño vive con aceptación y amistad, aprende a hallar amor en el mundo”.
¡Felices Comprensión y Mirada Incondicional! ¡Feliz Coaching!
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