Cajón abierto

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cajón abierto

 

A la orilla del museo de paredes rojas
esperó mi corazón en la entrada.
Nube de miradas, ojos como hojas,
apareciendo del otoño
y desde arriba
y de la nada.

Cien corazones latiendo en mi palabra.
De un cielo virgen de agua se llenó
mi pecho y mi barriga,
tatuando cada beso en la mejilla
como los brazos de los abrazos
entre ¿poesías?
que me besaron
poco antes de ser compartidas.

Una función: el lenguaje.
Y un sueño abriendo los ojos
para hacer, de la voz, un traje.

El canto de una mariposa
aleteando el aire que me hacía respirar
y sentada junto a mí.
Como un verso cerquita de una prosa
susurrada junto al mar y para ti.

Quien me vio crecer,
justo enfrente de mí.
Cada carita templada
era mi vida en el centro
y me hizo sonreír.

Y los nervios fueron olvidados
por recitar desde dentro hacia afuera,
en el silencio de aquella sala tan llena.

Los aullidos de mi alma me erizaban la piel
sin apenas daros cuenta.

Una tormenta silenciosa dando las gracias,
sin saberlo hacer.
Mi corazón repleto fue la luna
que aquella noche estaba llena también.

Un sueño, al fin compartido:
Jugar con las bajadas.
Cada verso mil palabras
y cada una de ellas,
mil besos divididos.

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