OTRAS PALABRAS

Bailando junto al aire de tu cuerpo

Déjame caer con tus hojas,
bailar con el aire de tu cuerpo,
llenar nuestra distancia con sonrisas
y bañarme en el agua que acaba de nacer.
Déjame jugar con tus caricias
olvidándome de que mañana sea ayer,
hacer eterno el fuego con su baile
y guardar ese recuerdo en el mantel.
Regálame del paisaje,
su marco de cristal.
Enciende la vela con un beso
guardando la respiración hasta el final.
Llévame a tocar el cielo
y déjalo guardado en mi ropa,
como el perfume de tu cuerpo,
para poder sentirlo si no estás.
Déjame llevarte a la orilla
donde nadie puede tocar el mar.
Solamente tú.
Déjame caer con tus hojas.
“Aún quedan segundos en el corazón de la última palabra… Que sola se deja en el rincón, donde la luz es solo sombra”. Escribí un día en mi estudio de pintura mientras dibujaba.
Aún queda el minuto más largo,
la despedida del beso que nunca sobra
y que susurra: “Quédate”,
mientras se aleja de la memoria.
La memoria es un beso permanente, pensé.
Aún queda la noche
y su limosna fingida,
y su claro de luna,
como una nota,
suspendida y esperando,
y perdida…
en el aire.
¿Escuchas?
¿Puedes oír el silencio?
Lo acabo de romper por dentro
para invitarte a que lo puedas ver.
Desde la mesa de tu escritorio,
desde el jardín de tu habitación,
o de la luz de cristal entrando
por la cortina suave de tu comedor,
y que te quiere tocar.
Acabo de romper el silencio
para llegar a la parte más profunda de tu verdad.
Desde tu beso soñado
hasta la última caricia.
Desde la última vez que miraste hacia arriba
con los brazos extendidos
para que el agua del cielo
te hiciera mil cosquillas,
mientras dejabas los sueldos en el suelo.
¿Escuchas?
Puedo escuchar el silencio.
Lo acabo de partir por la mitad.

losangelesnosmirandurmiendo.blogspot.com.es

Tomás Martínez

Artista polifacético dedicado a la poesía desde que era niño y a la pintura. Él mismo recuerda “aquel diario con llave de tapa roja que escribía y guardaba cada noche en una caja de vinos, a la edad de 6 años. Me enamoré sin querer de aquel papel en blanco y más cuando lo llenaba con mis pensamientos. Ver aparecer las palabras con la tinta de un bolígrafo: era emocionante. Luego, como en todas las vidas, empezaron a pasarme cosas. La tristeza y la alegría empezaron a salir de mí a cada momento como guiadas por un río invisible, y no podía parar. Y del poco a poco, al hoy”.

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