Y el olor de tu cuerpo
apareciendo por detrás.
Tu cama hecha
sabiendo que en ella
ya nunca dormirás.
Tu perfume
se ha quedado enredado
entre esas sábanas viejas
y ese edredón que jamás olvidarás.
Pero puedo seguir imaginando respirarte,
empujar hacia abajo tu cuerpo
y marchar a ese otro lado,
que ahora está cerca de tu ciudad.
La ciudad de las almas con cuidado
y de los besos en recuerdo
y de los labios más rosas que morados.
Me acuerdo de ti
y del último beso que no te di.
Y de cómo lo esperaba
dentro de mis sueños.
La última llamada
fue donde lloré.
Me dijiste: “Te quiero”.
Cuando siempre despedías en silencio
o con un silbido fuerte nacido
y reciente de tu pecho.
Me quedo
con tu aire en mi espalda
y con tus manos
regalando tus caricias a mi alma.
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