He aprendido la noción de culpa. Ha sido en mí misma, porque mi ser estaba preparado para ello. Y me he dado cuenta del sinsentido de tal emoción. Os cuento: de forma previa a realizar una terapia basada en constelaciones familiares, me encontré con la persona consteladora y mantuve una breve conversación con ella.
Esta experta percibió mi energía y, al comunicarle alguno de mis miedos, estableció una estructura de equilibrio familiar que mi alma, al parecer, había desordenado.
Ocuparme de actividades que correspondían a otros era lo que había desbaratado mi árbol y, de no arreglarlo, pasaría a la siguiente generación y a la otra y así sucesivamente.
En principio, acepté lo que me decía la consteladora que, de una forma suave y amorosa, añadió que la culpa no era mía.
En el Coaching se manejan conceptos que sustituyen a otros términos menos deseables. Es lo que ocurre con la responsabilidad, en lugar de la culpa.
Te propongo que imagines alguna situación en la que te hayas sentido mal por lo que dijeras, hicieras e incluso pensaras. Date cuenta de cómo te sientes, de cuál es la emoción que destaca entre las demás.
¿Es la culpa? Si es así, te invito a que la sustituyas por la palabra responsabilidad; ¿Lo tienes? Puedes sentir que esa responsabilidad implica otras acciones que posiblemente puedas aplicar para resolver lo que quiera que fuera irresoluble a primera vista.
Ambos términos, culpa y responsabilidad, hacen referencia al principio de causa-efecto, es decir, se ha producido esta situación por causa de algo que se ha hecho.
Sin embargo, existe una diferencia de matiz, dado que, mientras la palabra responsabilidad se refiere a los hechos, a lo que ha ocurrido y su antecedente, la culpa señala al autor de lo que quiera que haya sucedido, infundiéndole una intencionalidad y animosidad concretas.
La culpa bloquea, ya que acusa e inmoviliza. La responsabilidad, en cambio, permite que tomemos consciencia de la acción producida, de su origen y de la posible resolución del error o daño.
En el trasfondo de la culpa no parece haber solución ni cura; en el de la responsabilidad hay consciencia y actitud proactiva, esto es, hay esperanza y motivación.
Desde el Coaching, te invito a hacer una lectura de tus acciones desde la responsabilidad, en vez de la culpa. Para ello te propongo los siguientes puntos:
A quienes habéis llegado hasta aquí, os termino de contar qué ha ocurrido tras mi experiencia consteladora.
Horas e incluso días después, cuando estaba haciendo una reflexión-meditación, algo dio un respingo dentro de mí. Quise ver si era la herida de la injusticia, pero no.
Me di cuenta entonces de que la interpretación de la consteladora no era cierta, al menos para mí. Quizá fuera una proyección suya, no lo sé.
¿Cómo tuve esa epifanía? Pues buscando y preguntando a mi ser desde dónde hice yo ese rol, que al parecer no me correspondía, hace años. La respuesta ha sido contundente: desde el amor, desde el intento de equilibrar lo que percibía torcido o descompensado.
Entonces, ¿cómo puede haber soberbia, ira o culpa en mis acciones de entonces? Es más, al formar parte de una estructura sistémica junto al resto de mis familiares, ¿acaso ellos no representan su propio papel, las funciones que les corresponden?
Por supuesto que la interacción entre todos puede dar lugar a equilibrios y a desequilibrios los cuales, por cierto, creo que han de arreglarse entre todos.
Así que agradezco a mi consteladora que me haya abierto los ojos a una nueva dimensión, como es que la culpa es justo lo contrario al amor verdadero.
¡Felices Responsabilidades! ¡Feliz Coaching!
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