Pablo, en su alfombra de cristal
entre las ramas secas de los árboles,
entre las lágrimas perdidas
al borde de los ríos escondidos.
Buscando un sueño
a pedales junto al aire.
Pablo, surfeando el tiempo
de los caminos verdes
entre las hojas y la tierra
que envejecen como nadie.
Hay una mirada
que dibuja el perfume invisible,
el positivo en negativo
vuelve con él y con su luz
a ser visible.
Declamando sin voz
el aura eterna del paso
por haber pasado sin prisa
por la hoguera del pasado que inspira.
Todas las veces que te vi
fueron como una.
No hay mayor alegría
que la que alumbra el candil
las noches cuando son frías.
Te espero en el rincón más azul de los océanos.
Allí también nos espera
la dulce chimenea de madera antigua,
y una guitarra.
Te cantaré
mientras me cambia el rostro por hacerlo.
Una poesía recién nacida
de un recuerdo
que guardo en el corazón
y junto al tuyo,
y que se eleva pensando en ti
hacia la parte con más luz
que esconde la oscuridad del universo.
A mi amigo Pablo
le gusta sonreír a la luna,
abrir los ojos por un arcoíris que se deja
y llenar de colores el presente
si estás cerca.
A Pablo le gusta vivir,
saborear cada momento,
degustar cada segundo.
El instante es su manera de ser.
Puedes ver,
si miras su mundo,
un monumento de mármol y de piel
muy cerquita del mar,
y contento por poder estar tranquilo,
y ver de las olas
cómo se mueve lo quieto
y poder sentirlo
rozándole los pies.
A mi amigo Pablo Del Caño.