La pluma del poeta puede posarse sobre una servilleta, y relatar, con voz pausada y firme, lo que tiene delante de sus ojos. Una realidad que, modificada por su emoción, transforma sus límites, le dibuja un perfil nuevo, que atenúa lo accesorio para hacer emerger solo aquello que importa. Tomás Martínez.
Una sonrisa,
cálida,
salida de la tierra
como el trigo que busca sol.
Cortinas a medio abrir,
el perfume de una colonia,
cocina de suelo gris.
Sentada a la entrada de la puerta,
pequeño abanico,
grande por venir.
De seda azul y labios rojos,
árbol, jardín,
y tus rosas.
La envida es el último sorbo
que queda siempre
al final del vaso
después de beber,
volviéndose otra vez
y de agua.
El bloque de piedra que era
se marchó en el último segundo
y también con su disfraz.