Una alegoría en la peli de terror

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un lugar tranquilo

¿Te ha pasado alguna vez que, de repente, te llega un mensaje distinto al que parecen recibir las personas de tu entorno? ¿Has interpretado un libro, una película y hasta un anuncio de un modo diferente a como parecen entenderlo otras personas? Algo así me ha sucedido a mí el pasado fin de semana cuando, al ir a ver un estreno al cine, mi interpretación fue un poco distinta a la que tuvieron lo demás. Te lo explico, desde el Coaching. Aviso anti espóiler: si aún no has visto Un lugar tranquilo. Día 1, evita la lectura del siguiente texto.

 

Me encantan las películas de terror, sobre todo aquéllas con buen guión, mejor interpretación y unos efectos especiales que acompañen dignamente el desarrollo de la trama.

El pasado fin de semana fue al cine con algunas de mis personas favoritas a ver Un lugar tranquilo. Día 1 (dirigida por Michael Samoski, basada en una historia del propio Samoski y de John Krasinski e interpretada por Lupita Nyong’o y por Joseph Quinn, otro buen actor que acabo de descubrir, por cierto).

Esta película, a pesar de ser la tercera, es en realidad una precuela de lo que ya se considera la saga del “lugar tranquilo”.

Como quiera que las anteriores me resultaron entretenidas, acudí encantada a la sala. Lo hice casi sin expectativas, decidida a disfrutar de una hora y media de buen cine.

Nada más empezar pudimos darnos cuenta de que no se trataba de una peli de terror al uso. Sí, es cierto que tiene momentos de grito desgarrador (hablo por mí, que no me corto en estos casos), aunque son los menos.

Una de las personas favoritas que me acompañaba empezó a moverse, incómoda, en el asiento. Al preguntarle si estaba bien, me dijo que sí, aunque empezaba a aburrirse con la historia. Me preguntó si a mí me gustaba, a lo que le respondí que sí, aunque me estaba adaptando.

A lo que me refería con esto es que, al darme cuenta de que no había mucho miedo, seguramente tendría otras ventajas. Y las tuvo, al menos para mí.

Resulta que lo que me ha llegado a través de esta película es el simbolismo de una alegoría, es decir, una historia de ficción que representa algo distinto a lo que expresa.

sala de cine

Un monstruo y un gato

Todo se inicia con el ruido: 90 decibelios, de media, en la ciudad de Nueva York (lo máximo oscila entre 35 a 40 dB durante el día), lo que desencadena que las fuerzas externas, al parecer extraterrestres, aparezcan por la tierra para demostrar que el ruido mata.

Se desencadena el pánico, se destroza el entorno y los monstruos se reproducen a una velocidad de vértigo. El guión hace zoom en tres personajes: Samira, interpretada por Lupita Nyong’o y Eric (Joseph Quinn), junto a Frodo, el gato para cuya interpretación se turnan los felinos Schnitzel y Nico.

Los tres protagonistas hacen lo que pueden para no hacer ruido y, en cambio, han de aprender a estar en silencio, lo cual también da un poco de miedo.

Pronto vi el paralelismo: el monstruo, que interpreto como la ansiedad, llega con el ruido, que desestabiliza el equilibrio vibratorio de las personas, lo cual requiere armonía, silencio consciente, para sanar.

Sin embargo, la evitación del ruido lleva a los personajes a un proceso de introspección que, a corto plazo, parece romperlos por la mitad.

Eric teme la soledad. Samira, el dolor y la muerte sin haberse reencontrado con su origen. Ambos aprenden a estar en silencio, a la par que se unen como seres de luz que son en pro de un objetivo generoso: salvar al otro.

Enlazando la historia, Frodo es el espíritu de supervivencia; tiene un sentido extraordinario de con quién y en qué momento ha de acercarse a cada uno de los protagonistas: Samira y Eric, Eric y Samira. Acompaña el vínculo generado entre ambos. Y lo aprovecha. Es el ego en acción.

Con gran intuición, le hace ver a Eric que, si continúan en el aislamiento de un Manhattan sin puentes (destruidos para evitar el paso de las criaturas, que no sobreviven en el agua) morirán. Así que Frodo escoge a Eric, la parte más pragmática del dúo, aunque a primera vista no lo parezca.

A Samira la ha estado acompañando a lo largo de su enfermedad, aunque ella tiene un reto más elevado, un propósito que logra al conectar con la persona a la que profesaba un amor incondicional: su padre.

Así que decide ayudar a Eric a abandonar el escenario del silencio, al escuchar la bocina del buque que reclama a posibles supervivientes en la isla. Hace mucho ruido, llegan los monstruos y ella los esquiva, mientras Eric y Frodo consiguen llegar al barco, una especie de Éxodus espiritual.

Eric se va con Frodo que, de alguna manera, encarna el legado que Samira desea dejar a los que vengan después.

Y ella… conecta con la energía de su padre, mientras escucha con sus cascos su virtuosismo jazzista al piano. Hasta un punto…

Hasta aquí puedo leer, ya que el final permite alguna que otra reflexión que voy a dejar a tu elección, lector. Sólo revelarte un aspecto más: ese gato tiene el alma en la mirada, ¿verdad?

¡Felices Alegorías Espirituales! ¡Feliz Coaching!

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