Laminé mis pasos al compás de mis silencios, lento caminar, ojos cerrados.
Mi mano me pide el cielo para enredarse entre tus hojas antes de que toquen el suelo, y cambien sus verdes por fosas, notas calientes en hielo.
Aparté como humo el aire que me besaba sin quererlo. Derramé la cera caliente apartándola de mi cuerpo y seguí rompiendo las puertas sin puños, respirando la luz por detrás, vendiéndome sin estar, gritando a la par negros bruños, azúcar, menos sal.
Las puertas están abiertas luz, oscuridad.
Dime tú quién es quien piensa, dime tú que no es verdad, las ramas cuelgan y pesan, y no caen por voluntad.
El amanecer se tiñe de sangre a la hora de despertar, deja que te bese y me empape. Tan sólo quiero soñar.