¿Cuáles son las heridas de tu alma?

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Cualquier proceso de cambio en nuestras vidas resulta difícil de realizar, ya que suele surgir la pregunta de dónde queda lo que éramos. Aunque dicha transición es necesaria, una vez que identificamos los desgarros, cuando sentimos las heridas en nuestra alma. Ocurrieron en la infancia y son inevitables, si bien podemos sanarlas mediante un trabajo personal. Desde el Coaching te propongo un plan de curación.

Alejandro es un hombre de 51 años que en 2020 perdió a su padre, de 86. Hace unas semanas se preparaba para vender la casa familiar, por lo que se dispuso a vaciar completamente la vivienda. Ha sido en esos días cuando ha notado cómo se le abrían dos de sus heridas del alma: Rechazo y Abandono. Muebles, cuadros, libros, mucha ropa, trofeos deportivos o algún espejo escondido han sido elementos de la primera ola emocional para Álex, quien pareció afrontarla con firmeza. Sin embargo, han sido unas postales, las fotos de aquél viaje que le contó que había hecho, un reloj de imitación que ya no funcionaba o unas zapatillas sin estrenar lo que le han movido a la tristeza, que pronto se convirtió en rabia y desamparo al descubrir un antiguo calzador, tipo bastón, con el que su padre le pegaba cuando era un chaval. Fueron varias las palizas durante años, hasta que ese castigo físico se tornó en el de la humillación y el maltrato emocional.

Para Álex ha sido como si su viejo padre volviera a pegarle, a insultarlo, a humillarlo. Prefería no hablar de ello. Varios días después, esa ira no le dejaba dormir, ni comer, ni vivir. Se ha dado cuenta de que necesitaba ayuda. La ha buscado y ha empezado la sanación. Las heridas del alma de Alejandro se han abierto del todo.

Las principales, la del Rechazo y la del Abandono, corresponden a su padre y a su madre, respectivamente. Este segundo desgarro le ha llegado a modo de consecuencia, dado que en esos momentos de su infancia y preadolescencia su madre no hizo nada por acogerlo, por ayudarlo. Así lo sentía Álex.

Sentir el dolor como propio “las heridas del rechazo y del abandono son las más punzantes, ya que nos afectan para todo, por ejemplo, para las relaciones con los demás o por lo que se refiere a la forma en la que nos autoperseguimos”, dice María José Yrazola, educadora y psicóloga Transpersonal, durante el congreso virtual La magia de conectar contigo, organizado por la coach Sami Osorio, a mediados de mayo. «No se puede evitar tener heridas”, dice Yrazola; “Incluso en el caso de que ambos padres sean de conducta intachable, los hijos lo vivirán desde su propio punto de percepción, por lo que no es la misma realidad; de hecho, esa forma de entender lo que ocurre es lo que genera los desgarros del alma en nuestra
infancia”.

Dice esta experta que cada herida constituye un punto de dolor, a partir del cual configuramos nuestra vida, pues “esa percepción es la que nos da la idea de lo que vivimos y de cómo lo vivimos”. “¿Por qué son tan importantes los desgarros del rechazo y del abandono?”, se pregunta María José Yrazola; “La respuesta a esta cuestión se da en términos biológicos, pues en las especies animales, cuando el clan abandona a un cachorro, éste irremediablemente muere; de ahí que en nosotros la percepción del abandono nos coloca en una situación de estrés inconsciente”.

El mismo tipo de reacción se produce frente a la percepción del rechazo, dado que si somos apartados no podemos formar parte de una sociedad; “En nuestras células se encienden todas las alarmas, ya que ambas heridas suponen un peligro de muerte”. Es así como surgen las respuestas en forma de máscaras: “La persona que se siente rechazada adopta el rol del huidizo, ocupando muy poco espacio, como si fuera invisible a los demás”.

La herida del abandono genera la máscara de la dependencia; “Al sentirse abandonada, la persona acaba abandonándose a sí misma”, dice Yrazola; “Para que no me abandonen, estoy en relaciones en las que sea imposible seguir, en lugares donde no se pueda continuar; diré sí en lugar de no”. Para esta psicóloga, “tal percepción genera un dolor el cual, si deseo curar la herida, he de asumir como mío”; por ello un mantra válido de inicio podría ser el siguiente: “Yo siento este dolor que afecta a mi vida, así como a mis relaciones”.

Trascender la culpa
En el proceso de sanación de nuestras heridas, Yrazola nos propone realizar “un trabajo personal, que no tiene que ver con lo que hicieron o no nuestros progenitores”; para ello nos invita a entrenarnos acompañados del siguiente
decálogo de siete puntos:

  • Hacernos responsables de nosotros mismos. Me hago responsable de mi dolor y de mis cambios; “Cuando identificamos los puntos de dolor, desmembramos la herida”, dice Yrazola, quien propone “hacerlo honestamente, ya que la primera explicación que nos damos suele ser mentirosa”.  Esta experta recomienda que reconozcamos afirmaciones tales como: “Me duele que mi madre no haya estado”, “Sufro porque mi padre me ha apartado”. “De esta manera lo identificamos, lo iluminamos, para después salir a compartirlo y así aceptarlo mediante ejercicios para trascender esa herida, ese dolor”.
  •  Evitar creer que somos egoístas por ocuparnos de nosotros mismos; “Si no nos damos para entender el dolor que sentimos, no nos damos el espacio para comprender ese dolor, el lugar para aceptarnos, para trabajar esos desgarros”.
  • Hacer el duelo. Esas heridas van a estar ahí; “Hay ocasiones en las que el rechazo y/o el abandono fueron literales, reales, por lo que es preciso realizar un duelo”, dice María José Yrazola; “Lo cual no significa que nos vayamos, sino que seamos capaces de construir otro tipo de relación alrededor de esa herida, en torno a ese dolor”.
  • Evitar la dependencia emocional hacia otras personas, “ya que, si no, corremos el riesgo de seguir en una relación, aunque para nosotros sea tóxica”.
  • Atención a las máscaras que genera el consciente para cubrir esos puntos de dolor. Se trata de caretas que aplicamos no sólo con los demás, sino también hacia nosotros mismos.
  • Abandonar el victimismo. Las heridas nos colocan en el rol de víctima, que caracteriza a quien no puede hacer nada, no puede resolver. Frente a esto, Yrazola nos propone ser responsables de nuestras percepciones especialmente de aquéllas que nos hacen daño, y nos invita a pensar: “Esto me duele mucho, ¿cómo puedo encararlo?, pues poniendo manos a la obra; puede que no salga bien, aunque doy el primer paso para salir de este lugar”.
  • Identificar mis puntos de dolor partiendo de mí mismo. “Nadie me valora, porque yo no me valoro” o “no me puede pasar siempre lo mismo” son expresiones que, según la psicóloga Transpersonal María José Yrazola, “nos permiten detenernos y analizar la situación para salir del victimismo”.

Como cierre, y a modo de recordatorio, os traigo algunos de los aspectos más relevantes para encarar nuestros desgarros del alma:
1. Todos tenemos heridas o desgarros del alma. Son inevitables.
2. Las más punzantes son las del Rechazo y el Abandono.
3. Surgen en nuestra infancia, a partir de percepciones propias.
4. Parten de los progenitores o de quienes hicieron el papel de tutores.
5. Independientemente de cómo resolvieran nuestros padres, las heridas son nuestras, hemos de asumirlas como tales, evitando juicios.
6. Encontrar nuestros desgarros del alma e identificarlos constituye el primer paso para trascender el dolor y sanar las heridas.
7. Para afrontar el rechazo y el abandono partimos de la afirmación: “Esto me duele mucho, ¿cómo puedo encararlo?”.

¡Felices Cambios! ¡Feliz Coaching!

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