¿Quieres pasear?
Daremos una vuelta
como cuando era pequeña
y me agarrabas de la mano
y la llevabas a tu boca, y la besabas,
y después la de mi hermano.
Pues vayamos,
aquí cerquita está el mar,
aún hay tiempo de soñar, ¿no?
Y esperaré para llorar amama, te lo prometo
y guardaré este último momento.
Este momento,
este recuerdo amama,
el de tus manos
entre la vida y su verdad.
Deja de ser el aire respirable,
y ese frío que todo lo congela
cuando pierdes un amigo,
un abuelo, una abuela.
¡Qué desagradable!
Vuelve a ser tenue la luz
la que nunca dejó de brillar.
Vierto cenizas al mar
y ahora que ya no estás
sí que lloro bajo tu cruz.
Maldita soledad me dejas.
Rejas entre tú y yo.
Ahora ya no te veo,
no estás.
¿Pero sabes qué?
Que nunca te dejare de amar.
Hay un espacio para cada uno.
Yo no lo busco,
pero está.
Deja la vida de serlo
cuando menos quieres verlo
te deja sin agua,
sin pan.
Bien está reconocerlo
sin esa marcha
no habría vida,
y la vida
igual que viene,
la vida igual que viene
se va.
“Poder disfrutar de los recuerdos de una vida
es vivir dos veces”.
Eso dicen.
Pues me quedo con eso,
¡qué remedio nos queda!
Gota a gota es insaciable.
La muerte una nota
en las siete notas de la vida.
¡Pues merece la pena!
Una la muerte,
seis la vida.
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