Una caricia.
De tu mano a tu boca.
Y una luz…
reflejada en tu cortina.
Fuego de una brisa entre cristales,
verdes sinceros, que sí miran.
Me recuerdas un violín bien afinado,
y unas notas
a punto de mezclarse con el aire
para viajar en el tiempo.
Un girasol,
en campo de amapolas
el centro de tu isla un huracán
de minúsculas olas
y en las horas de tu mente
los ocho minutos
que tarda el sol en tocarte
nunca dejan de quererte,
pues haces amor con el arte.
La música de tu violín
llega a darme
y me atraviesa
como el párpado de tu ventana…
sigue dando luz…
a mí…
me llegas al alma.